La Matrix y el Trabajo Social

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Hace algunos años se escribía hasta el cansancio de la trilogía de Matrix. Múltiples interpretaciones se daban a este universo cinematográfico que tenía mucha tela de donde cortar. Con el tiempo, fue menguando su popularidad. Recién intentaron revivirla sacando la película de Resurrecciones hace un par de años, la cual a mi juicio no es buena, pero me ayudó a recordar cuánto se reflexionaba en torno a esta serie de películas. Así que aprovecharé para hacer algunas reflexiones en torno a los temas que atraviesan a «La Matrix» y aprovechar para hablar un poquito sobre el Trabajo Social.

La búsqueda de verdades

Uno de los grandes temas de las películas de las hermanas Wachowski gira en torno a qué es real, cuál es el mundo real y cómo podríamos distinguirlo de una verdad imaginaria o simulada. ¿Tomar la pastilla roja o la pastilla azul? ¿Estar conformes con la realidad tal cual nos la presentan o ir en búsqueda de una verdad que está más allá de lo aparente?

La pregunta por la Verdad -así con mayúsculas- ha sido un tema de preocupación filosófica a lo largo de la historia de la humanidad, no sólo para la filosofía occidental que es con la que solemos tener más contacto, sino para las filosofías de otras culturas. ¿Pero hoy día, en nuestras sociedades contemporáneas, qué puede significar la búsqueda de la verdad? No quiero detenerme en dar una respuesta porque me gustaría aterrizar al significado de la pregunta para quienes nos dedicamos al Trabajo Social pero sí sugeriría que la/ el lector se tomase un tiempo para pensar en una respuesta antes de continuar leyendo.

Ahora sí, ¿en Trabajo Social qué tipo de verdades buscamos? Por un lado, me parece que tenemos un reto particular como disciplina porque existe una verdad impuesta que es muy parecida a la analogía de La Matrix misma: esa verdad es la verdad institucional. Las instituciones, en tanto suelen pertenecer directamente al Estado, vienen cargadas con una verdad que responde a las agendas del Estado mismo. Para recurrir a la analogía cinematográfica: cabe la posibilidad de que cuando una trabajadora social lleva tanto tiempo laborando en una institución esté «enchufada» a la Matrix institucional. Esto aplica, por supuesto, para todas las grandes estructuras sociales a las que pertenecemos. El que esto sea una ventaja o una desventaja se lo dejo a criterio de el / la lectora.

Sin embargo, hay otras verdades que me parece que no cargan con todo un aparato ideológico o material con las cuales sí cargan las instituciones. Hablamos de las verdades que se entretejen en las relaciones sociales entre sujetos sociales. Si bien podemos afirmar que las / los sujetos sociales son influenciados por las grandes Verdades institucionales, la propia subjetividad de ellas / ellos se reconstruye en Verdades a través de su interpretación y vivencia.

¿Las trabajadoras sociales eligen la píldora azul o la roja?, es decir, ¿eligen la Verdad institucional como pilar de su quehacer o eligen la verdad de los y las sujetas sociales como eje conductor de su intervención? La respuesta no es sencilla, pues hay una tensión siempre latente entre una y otra, sobre todo para aquellas trabajadoras/es sociales que están más insertas en las instituciones.

Todas somos agentes potenciales

Una de las premisas de la trilogía original era que todas aquellas personas que no han sido desconectadas de la Matrix son potencialmente agentes. Los agentes son estos programas sintientes que se encargan de proteger a la Matrix de los humanos que ya se han libertado de ella y que son parte de la resistencia de Sion.

La analogía que quisiera traer aquí a colación es que todas somos, potencialmente, guardianas del «status quo». Si bien se habla mucho de que el Trabajo Social es una disciplina que busca el cambio o la transformación, si somos honestas/os nos damos cuenta de que la mayoría de las veces esto no es así. Bueno, como nota a pie de página, también depende de lo que entendamos por cambio y que alcance debe éste tener.  Lo que quiero decir es que muchas de las veces Trabajo Social está alineado con el propio «status quo». Por eso, todas las trabajadoras sociales somos agentes potenciales que resguardamos el «status quo» de la sociedad en la que habitamos.

Hay aquí algunos matices para esta afirmación:

  • Defender el «status quo» no es excluyente de que podamos impactar positivamente la vida de las sujetas sociales con las que intervenimos. La pregunta es si impactar la vida de manera positiva de una sujeta social es equivalente a fomentar el cambio o la transformación social. Difícil decirlo.
  • Aunque todas somos agentes en potencia creo que, al menos en el discurso, procuramos evitar serlo, y procuramos evitar defender el «status quo». Es importante enfatizar que eso se da a nivel de discurso, a nivel práctico y operativo hay una diversidad de posturas que quedan en medio.
  • En Trabajo Social queda claro que no estamos cuidando a La Matrix, pero que, si nos vamos a esas, el Trabajo Social puede impactar positivamente la vida de las personas sin jamás cuestionar al capitalismo como tal ni pretender su transformación. ¿Seríamos entonces algo así como una versión amigable de los agentes?
Los ojos del oráculo

Una de las grandes aliadas de la resistencia humana es el oráculo -así se le llama en el doblaje latino pero podemos cambiar por la orácula a partir de ahora-. La orácula es un programa sintiente, al igual que los agentes, pero ella tiene la capacidad de predecir el futuro a partir de las variables que hay en la gran ecuación de La Matrix, tal como se explica en la última película de la trilogía.

Trabajo Social no tiene el poder de convertirse en oráculo de la realidad social, probablemente ninguna ciencia humana tenga esa capacidad aún, pero creo que lo más cercano que tenemos a esa posibilidad son los modelos de intervención en lo social. Los modelos de intervención en lo social, al menos vistos desde la perspectiva del Trabajo Social Contemporáneo en América Latina, nos permiten no sólo mirar la realidad social tal y como se nos presenta en el aquí y ahora, sino también ver sus posibilidades y bifurcaciones hacia diferentes escenarios de cambio. Esos son los ojos de la orácula que tenemos en nuestra disciplina.

Si nuestro modelo de intervención se queda sólo a un nivel descriptivo sin ese nivel prospectivo, entonces no creo que eso sea propiamente un modelo de intervención en lo social, al menos no planteado desde el Trabajo Social. La posibilidad de cambio o transformación es una de las cuestiones que nos diferencian de otras disciplinas sociales que están más enfocadas en describir y conceptualizar en el aquí y el ahora. Tal vez por eso sea tan difícil elaborar teoría a partir del Trabajo Social, porque nuestro enfoque es más prospectivo que descriptivo -con todos los pros y contras a lo que eso lleva-.

Pero todo poder conlleva un riesgo. Cuando en la tercera película el agente Smith asimila a la orácula obtiene los ojos de la orácula y utiliza ese poder para sus propios fines. Y he aquí la clave de tener esa capacidad prospectiva. Tener esa capacidad no nos dice en automático cuales son los fines para los cuales esa capacidad será utilizada. Para hilar estas ideas con las secciones anteriores: podemos usar nuestra capacidad de prospectar escenarios sociales de cambio para facilitar al Estado o al Capital su dominio sobre las comunidades humanas. Por el contrario, podemos utilizar esta capacidad para desarrollar procesos de mayor autonomía frente a esas grandes estructuras. No hay un fin esencial para nuestra capacidad como trabajadoras sociales de prospectar la realidad social y sus cambios y transformaciones.

Cierre

Hay una última analogía que quisiera utilizar como cierre. Hay una guerra entre máquinas y humanos sucediendo en este momento. No hablo en sentido literal, pero si hablo de que hay una guerra entre miradas mecánicas, utilitarias, cuantificadoras y opresivas que nos ha llevado a aceptar al Capitalismo como la única y mejor opción. Por otro lado, hay miradas que buscan que reclamemos de nuevo nuestra humanidad, que apuestan por la vida, los cuidados y la ayuda mutua y el buscar alternativas que no sean sólo una versión light del Capitalismo actual.

Como en toda guerra, hay bandos. Trabajo Social, por sí mismo, no está de un lado o de otro. Pensar esto sería un error. Hay trabajadoras sociales que fungen como agentes y guardianas del «status quo» y hay otras que buscan romper con lo establecido de múltiples maneras. En esta guerra no hay esencialismo que valga. Tampoco sabemos, porque nuestros poderes prospectivos al igual que los de la orácula no pueden ir más allá de las decisiones que no comprendemos, como va a terminar esto. Lo que sí sabemos es que estar del lado de las máquinas nos llevará a la extinción y a la extinción de otras formas de vida, mientras que el lado humano nos llevará a cuidar de todas las formas que nos sean posibles lo humano y la vida.

¿Y tú, estimada lectora, de qué lado estás?

English version

A few years ago, people wrote about the Matrix trilogy to the point of exhaustion. Multiple interpretations were given to this cinematic universe that had a lot of material to cut. Over time, its popularity waned. They just tried to revive it by releasing the Resurrections movie a couple of years ago, which in my opinion is not good, but it helped me remember how much thought was put into this series of movies. So I’ll take the opportunity to make some reflections on the themes that run through «The Matrix» and take the opportunity to talk a little bit about Social Work.

The search for truths

One of the great themes of the Wachowski sisters’ films revolves around what is real, what is the real world and how can we distinguish it from an imaginary or simulated truth: to take the red pill or the blue pill? To be content with reality as it is presented to us or to go in search of a truth that is beyond the apparent?

The question of Truth -with capital letters- has been a subject of philosophical concern throughout the history of humanity, not only for Western philosophy, which is the one we usually have more contact with, but also for the philosophies of other cultures. But today, in our contemporary societies, what can the search for truth mean? I do not want to dwell on giving an answer because I would like to get down to the meaning of the question for those of us in Social Work, but I would suggest that the reader take some time to think about an answer before reading on.

Now, in Social Work what kind of truths do we seek? On the one hand, it seems to me that we have a particular challenge as a discipline because there is an imposed truth that is very similar to the analogy of The Matrix itself: that truth is institutional truth. Institutions, insofar as they usually belong directly to the State, come loaded with a truth that responds to the agendas of the State itself. To use the film analogy: it is possible that when a social worker has been working in an institution for so long, she is «plugged in» to the institutional Matrix. This applies, of course, to all the large social structures to which we belong. Whether this is an advantage or a disadvantage I leave to the reader’s discretion.

However, there are other truths that do not seem to me to be burdened with a whole ideological or material apparatus with which the institutions are burdened. We are talking about the truths that are interwoven in the social relations between social subjects. Although we can affirm that the social subjects are influenced by the great institutional Truths, their own subjectivity is reconstructed in Truths through their interpretation and experience.

Do social workers choose the blue pill or the red pill, that is, do they choose the institutional Truth as the pillar of their work or do they choose the truth of the social subjects as the driving force of their intervention? The answer is not simple, as there is always a latent tension between one and the other, especially for those social workers who are more inserted in the institutions.

We are all potential agents

One of the premises of the original trilogy was that all those people who have not been disconnected from the Matrix are potentially agents. Agents are these sentient programs that are in charge of protecting the Matrix from the humans who have already broken free of it and are part of the Zion resistance.

The analogy I would like to bring up here is that we are all, potentially, guardians of the «status quo». While there is a lot of talk about Social Work being a discipline that seeks change or transformation, if we are honest we realize that most of the time this is not the case. Well, as a footnote, it also depends on what we mean by change and how far-reaching it should be. What I mean is that many of the times Social Work is aligned with the «status quo» itself. Therefore, all social workers are potential agents that safeguard the «status quo» of the society in which we live.

There are some nuances to this statement:

  • Defending the «status quo» does not preclude us from positively impacting the lives of the social subjects with whom we intervene. The question is whether positively impacting the life of a social subject is equivalent to fostering social change or transformation. Difficult to say.
  • Although we are all potential agents, I believe that, at least in discourse, we try to avoid being so, and we try to avoid defending the «status quo». It is important to emphasize that this occurs at the level of discourse; at the practical and operative level there is a diversity of positions that fall in between.
  • In Social Work it is clear that we are not protection The Matrix, Social Work can positively impact people’s lives without ever questioning capitalism as such or pretending to transform it. Would we then be something like a friendly version of the agents?
The eyes of the oracle

One of the great allies of human resistance is the oracle. The oracle is a sentient program, just like the agents, but she has the ability to predict the future from the variables in the great equation of The Matrix, as explained in the last movie of the trilogy.

Social Work does not have the power to become the oracle of social reality, probably no human science has that capacity yet, but I believe that the closest thing we have to that possibility are the models of social intervention. The models of social intervention, at least seen from the perspective of Contemporary Social Work in Latin America, allow us not only to look at social reality as it is presented to us in the here and now, but also to see its possibilities and bifurcations towards different scenarios of change. These are the eyes of the oracle that we have in our discipline.

If our model of intervention remains only at a descriptive level without that prospective level, then I do not believe that this is properly a model of social intervention, at least not from the perspective of Social Work. The possibility of change or transformation is one of the issues that differentiate us from other social disciplines that are more focused on describing and conceptualizing in the here and now. Perhaps that is why it is so difficult to elaborate theory from Social Work, because our approach is more prospective than descriptive – with all the pros and cons that this entails.

But with all power comes risk. When in the third film Agent Smith assimilates the oracle he gets the oracle’s eyes and uses that power for his own purposes. And here’s the key to having that prospective ability. Having that ability does not automatically tell us what are the ends for which that ability will be used. To link these ideas with the previous sections: we can use our capacity to foresee social scenarios of change to facilitate the State or Capital’s domination over human communities. Conversely, we can use this capacity to develop processes of greater autonomy vis-à-vis these larger structures. There is no essential end to our capacity as social workers to prospect social reality and its changes and transformations.

Closing

There is one last analogy that I would like to use in closing. There is a war between machines and humans happening right now. I am not speaking in a literal sense, but I am saying that there is a war between mechanical, utilitarian, quantifying and oppressive views that has led us to accept Capitalism as the only and best option. On the other hand, there are views that seek to reclaim our humanity, that bet on life, care and mutual aid and the search for alternatives that are not just a light version of the current Capitalism.

As in any war, there are sides. Social Work, by itself, is not on one side or the other. To think this would be a mistake. There are social workers who serve as agents and guardians of the status quo and there are others who seek to break with the status quo in multiple ways. There is no essentialism in this war. Nor do we know, because our prospective powers like those of the oracle cannot go beyond the decisions we do not understand, how this is going to end. What we do know is that being on the side of the machines will lead us to extinction and the extinction of other forms of life, while the human side will lead us to take care of the human and life in every possible way.

And you, dear reader, which side are you on?

Reseña de «Las felonías del trabajo social. Del asistencialismo, a la academia de papel»

Lecciones aprendidas de este texto:

  • Un texto puede hacer pasar ideas como novedosas cuando se enreda en jergas y lenguaje complicado para enunciar una multiplicidad de cosas
  • Iniciar un texto descalificando  con calificativos despectivos proyecta una incapacidad para dialogar y aceptar la pluralidad que hay en Trabajo Social
  • El uso de una argumentación desorganizada puede hacernos caer en contradicciones sin darnos cuenta
  • Querer defender muchas ideas en un sólo texto hará que no logremos articular ni sustentar claramente nuestras posturas.

Uno encuentra de todo en el mundo de los escritos de Trabajo Social. Este texto es particularmente interesante por cuestiones que plantea que están fuera de toda proporción, pero que son un claro ejemplo de cuanto pensamos que arrojar conceptos a diestra y siniestra nos vuelve interesantes, pero sobre todo lo elegí para resaltar algunas prácticas de escritura que debemos evitar en nuestro gremio, las cuales ya mencioné al inicio para quienes quieren un resumen rápido de las críticas que vendrán a continuación. Insto a quienes quieran indagar más en las críticas que haré a continuación a que lean el texto completo por ellas/ellos mismas.

Iniciemos por el principio: el resumen. Las primeras oraciones buscan encuadrar lo que será el resto del texto:

Se podría afirmar que a lo largo de la historia del trabajo social ha habido traiciones o traidores como se le podría llamar al protagonismo o militancia profesional que alimenta aquellas prácticas tan cuestionables y censurables como el asistencialismo, el clientelismo, la corrupción, la educación bulímica, las academias de papel, el culto a los egos, entre diversos fenómenos que desvirtúan sus propios principios deontológicos.

Dos cosas me llaman la atención de el resumen. ¿Es justo llamar traición o traidores a quienes no comulgan con nuestras miradas? Creo yo que en principio esto ya nos sitúa en una posición totalizante de nuestras miradas, apagando toda posibilidad de pluralismo dentro de lo que llamamos Trabajo Social. Si bien, todas tenemos posturas sobre lo que es el Trabajo Social y lo defendemos con argumentos, no por ello debemos creer que nuestras perspectivas deben ser vistas como las únicas. Por otro lado, al hablar de traición estamos asumiendo que alguien le dio la espalda a una visión que supuestamente defendía y creo que en nuestro gremio esto no es así. El que una persona difiera de mi postura no la hace una traidora, porque en primer lugar, esa persona no estaba comprometida con mis propias ideas.

En segundo lugar, Acevedo asegura que estos fenómenos desvirtúan los principios deontológicos del Trabajo Social. ¿Pero cuáles son estos principios y bajo qué argumento se asegura que estos principios son universales al Trabajo Social? Hablar de deontologías es delicado -esta palabra implica lo que algo «debe ser»- pues ya sitúa a la persona que argumenta desde ahí que conoce estos principios. Como veremos más adelante, en ninguna parte del texto se aclara de donde vienen estos principios.

El texto inicia en sus primeras 4 páginas con una verborrea que dice mucho pero termina por decir nada. El autor pretende llevarnos de la mano hablando sobre el Trabajo Social como una disciplina que ha sobrevivido a muchas circunstancias que amenazaban con aniquilarlo, pero… sin ninguna evidencia concreta más que la retórica que envuelve al propio texto. Basta con leer este párrafo y diga el y la lectora si hay alguna idea sustancial que se pueda extraer de ello:

Todo ello bajo las premisas de buscar en todo momento la defensa de la indiferencia con que se aborda aquello que no es visible, pero tiene afectaciones sobre las personas. Como una especie de psicoterapeuta del alma nacional que se encamine a sanar el espíritu de los pueblos. Donde nuestro trabajo en su conjunto sirva para alguien más y sea distinguido por la constancia y persistencia en base a los talentos; que pueda provocar reflexiones que nos eleven hacia un genuino consenso cultural, hacia la contigüidad de las ideas que nos fortalezca y sumen constantemente.

Si estos son los principios deontológicos que defiende el Dr. Jesús Acevedo, me parece que con justa razón la mayoría de profesionistas de Trabajo Social somos traidores/as, pues pocas de nosotras nos sumamos a la idea de ser psicoterapeutas del alma nacional, o buscar consensos culturales, o de «buscar en todo momento la defensa de la indiferencia», lo que sea que ello signifique.

La primera sección del artículo después de un largo preámbulo confuso se titula «El asistencialismo y clientelismo: dos lados de una misma moneda llamada corrupción». En esta sección creo comprender que el asistencialismo y el clientelismo serían aquellas formas de traicionar esos principios deontológicos que aún siguen sin mencionarse. ¿Pero entonces si estos dos conceptos juegan un papel central en la lectura porque no se nos presentan en el resumen? ¿Por qué se nos acusa de traidores/as pero se nos anuncia el origen de nuestra traición hasta tan avanzado el texto? Más adelante se hará lo mismo con el tema de la corrupción, situándolo como un mal a ser eliminado de la profesión.

Lo que hace que esta sección carezca un poco de sentido es que el autor no nos muestra evidencias, datos, estadísticas que efectivamente reflejen cómo, en que medida, y hasta donde la corrupción es parte del quehacer cotidiano de las trabajadoras y trabajadores sociales. ¿Es este sólo un recurso retórico que utiliza el autor para incendiar nuestro recelo a los traidores y traidoras del Trabajo Social? Y, hablando de falta de evidencias, en las primeras 8 páginas, en donde se abordan estos temas se han hecho múltiples aseveraciones controversiales que el autor no sustenta, argumentos que no citan ninguna fuente.

Póngamos un ejemplo de una idea que el autor suelta, a mi parecer de manera retórica, pero que no tiene fundamento alguno. De hecho, esta idea es el final de un párrafo y la idea termina ahí:

La modernidad se caracteriza por privilegiar los indicadores por encima de los valores.

¿De cuál modernidad nos habla Acevedo? ¿Cómo plantea una idea monolítica de la modernidad? ¿En dónde la sitúa? ¿No considera a la Ilustración o el Idealismo Alemán como parte de la modernidad?

Otro ejemplo:

el trabajo social ha sido expuesto a prácticas como el falso sindicalismo “charrismo”, o movimientos obreros organizados al servicio de los grupos hegemónicos,

Se agradecería que al hacer tal aseveración el Dr. pudiese darnos evidencias más concretas, mencionando algún sindicato y a alguna organización de Trabajo Social que haya pactado con el sindicalismo charro en México, o a algún movimiento obrero concreto.

Y justo la debilidad del texto recae en esta práctica, pues el texto se va encumbrando en sus propias contradicciones: por un lado hablar del gremio traidor, luego decir que el gremio es constructor y valiente; afirmar que es necesario recuperar las utopías, y al mismo tiempo plantear deontologías y principios monolíticos para la disciplina; o situar en el resumen a la militancia profesional como un mal, y después plantear que hay que transitar del ego a cumplir un papel histórico… a través de la militancia.

No estoy seguro si el autor busca plantear que los principios deontológicos son los que plantea la IFSW, pero me parece que Acevedo peca de lo que él mismo critica, pues termina aceptando acríticamente estos principios que se presentan como universales, pero que sólo reflejan una visión institucional con una historia particular que ha fijado eso como la visión hegemónica del Trabajo Social en diferentes espacios. Al mismo tiempo, esta aceptación acrítica de la definición de la IFSW tira el mismo argumento que el autor quiere hacer, pues nos invita a cuestionar a las grandes estructuras, mientras que sus principios deontológicos están basados en esas mismas estructuras que se pretenden universales.

Finalmente, creo que por el final del texto al Dr. Acevedo se le va un desliz freudiano que explica su propio texto cuando afirma:

Mientras que, si sólo se mantiene regurgitando los mismos conocimientos generados desde el escritorio, representará a un personaje que solamente
se alimenta de las imágenes y que, desde su escritorio y visión parcial, quiere emitir sus opiniones; desde las charlas de café, o foros privados, que nada aportan, quiere cambiar las cosas y lo único que incita es el culto al ego y a la persona.

Conclusión

El texto es de difícil lectura, con muchos argumentos contrapuestos que no terminan de aterrizar del todo. Se nos presentan muchos diagnósticos pero no propuestas concretas para avanzar hacia ese «replanteamiento» que se nos promete desde el principio pero que no termina de llegar. Muchas de las ideas propuestas se alinean con muchas discusiones previas que se han dado en la reconceptualización y en el Trabajo Social Contemporáneo, y pienso, su gran debilidad consiste en querer presentar el texto como novedoso al usar un lenguaje y una prosa enredada. El texto cumple con una de las cosas que promete: hacer del Trabajo Social sólo academia y sólo papel y nada más.