Reseña de «Las felonías del trabajo social. Del asistencialismo, a la academia de papel»

Lecciones aprendidas de este texto:

  • Un texto puede hacer pasar ideas como novedosas cuando se enreda en jergas y lenguaje complicado para enunciar una multiplicidad de cosas
  • Iniciar un texto descalificando  con calificativos despectivos proyecta una incapacidad para dialogar y aceptar la pluralidad que hay en Trabajo Social
  • El uso de una argumentación desorganizada puede hacernos caer en contradicciones sin darnos cuenta
  • Querer defender muchas ideas en un sólo texto hará que no logremos articular ni sustentar claramente nuestras posturas.

Uno encuentra de todo en el mundo de los escritos de Trabajo Social. Este texto es particularmente interesante por cuestiones que plantea que están fuera de toda proporción, pero que son un claro ejemplo de cuanto pensamos que arrojar conceptos a diestra y siniestra nos vuelve interesantes, pero sobre todo lo elegí para resaltar algunas prácticas de escritura que debemos evitar en nuestro gremio, las cuales ya mencioné al inicio para quienes quieren un resumen rápido de las críticas que vendrán a continuación. Insto a quienes quieran indagar más en las críticas que haré a continuación a que lean el texto completo por ellas/ellos mismas.

Iniciemos por el principio: el resumen. Las primeras oraciones buscan encuadrar lo que será el resto del texto:

Se podría afirmar que a lo largo de la historia del trabajo social ha habido traiciones o traidores como se le podría llamar al protagonismo o militancia profesional que alimenta aquellas prácticas tan cuestionables y censurables como el asistencialismo, el clientelismo, la corrupción, la educación bulímica, las academias de papel, el culto a los egos, entre diversos fenómenos que desvirtúan sus propios principios deontológicos.

Dos cosas me llaman la atención de el resumen. ¿Es justo llamar traición o traidores a quienes no comulgan con nuestras miradas? Creo yo que en principio esto ya nos sitúa en una posición totalizante de nuestras miradas, apagando toda posibilidad de pluralismo dentro de lo que llamamos Trabajo Social. Si bien, todas tenemos posturas sobre lo que es el Trabajo Social y lo defendemos con argumentos, no por ello debemos creer que nuestras perspectivas deben ser vistas como las únicas. Por otro lado, al hablar de traición estamos asumiendo que alguien le dio la espalda a una visión que supuestamente defendía y creo que en nuestro gremio esto no es así. El que una persona difiera de mi postura no la hace una traidora, porque en primer lugar, esa persona no estaba comprometida con mis propias ideas.

En segundo lugar, Acevedo asegura que estos fenómenos desvirtúan los principios deontológicos del Trabajo Social. ¿Pero cuáles son estos principios y bajo qué argumento se asegura que estos principios son universales al Trabajo Social? Hablar de deontologías es delicado -esta palabra implica lo que algo «debe ser»- pues ya sitúa a la persona que argumenta desde ahí que conoce estos principios. Como veremos más adelante, en ninguna parte del texto se aclara de donde vienen estos principios.

El texto inicia en sus primeras 4 páginas con una verborrea que dice mucho pero termina por decir nada. El autor pretende llevarnos de la mano hablando sobre el Trabajo Social como una disciplina que ha sobrevivido a muchas circunstancias que amenazaban con aniquilarlo, pero… sin ninguna evidencia concreta más que la retórica que envuelve al propio texto. Basta con leer este párrafo y diga el y la lectora si hay alguna idea sustancial que se pueda extraer de ello:

Todo ello bajo las premisas de buscar en todo momento la defensa de la indiferencia con que se aborda aquello que no es visible, pero tiene afectaciones sobre las personas. Como una especie de psicoterapeuta del alma nacional que se encamine a sanar el espíritu de los pueblos. Donde nuestro trabajo en su conjunto sirva para alguien más y sea distinguido por la constancia y persistencia en base a los talentos; que pueda provocar reflexiones que nos eleven hacia un genuino consenso cultural, hacia la contigüidad de las ideas que nos fortalezca y sumen constantemente.

Si estos son los principios deontológicos que defiende el Dr. Jesús Acevedo, me parece que con justa razón la mayoría de profesionistas de Trabajo Social somos traidores/as, pues pocas de nosotras nos sumamos a la idea de ser psicoterapeutas del alma nacional, o buscar consensos culturales, o de «buscar en todo momento la defensa de la indiferencia», lo que sea que ello signifique.

La primera sección del artículo después de un largo preámbulo confuso se titula «El asistencialismo y clientelismo: dos lados de una misma moneda llamada corrupción». En esta sección creo comprender que el asistencialismo y el clientelismo serían aquellas formas de traicionar esos principios deontológicos que aún siguen sin mencionarse. ¿Pero entonces si estos dos conceptos juegan un papel central en la lectura porque no se nos presentan en el resumen? ¿Por qué se nos acusa de traidores/as pero se nos anuncia el origen de nuestra traición hasta tan avanzado el texto? Más adelante se hará lo mismo con el tema de la corrupción, situándolo como un mal a ser eliminado de la profesión.

Lo que hace que esta sección carezca un poco de sentido es que el autor no nos muestra evidencias, datos, estadísticas que efectivamente reflejen cómo, en que medida, y hasta donde la corrupción es parte del quehacer cotidiano de las trabajadoras y trabajadores sociales. ¿Es este sólo un recurso retórico que utiliza el autor para incendiar nuestro recelo a los traidores y traidoras del Trabajo Social? Y, hablando de falta de evidencias, en las primeras 8 páginas, en donde se abordan estos temas se han hecho múltiples aseveraciones controversiales que el autor no sustenta, argumentos que no citan ninguna fuente.

Póngamos un ejemplo de una idea que el autor suelta, a mi parecer de manera retórica, pero que no tiene fundamento alguno. De hecho, esta idea es el final de un párrafo y la idea termina ahí:

La modernidad se caracteriza por privilegiar los indicadores por encima de los valores.

¿De cuál modernidad nos habla Acevedo? ¿Cómo plantea una idea monolítica de la modernidad? ¿En dónde la sitúa? ¿No considera a la Ilustración o el Idealismo Alemán como parte de la modernidad?

Otro ejemplo:

el trabajo social ha sido expuesto a prácticas como el falso sindicalismo “charrismo”, o movimientos obreros organizados al servicio de los grupos hegemónicos,

Se agradecería que al hacer tal aseveración el Dr. pudiese darnos evidencias más concretas, mencionando algún sindicato y a alguna organización de Trabajo Social que haya pactado con el sindicalismo charro en México, o a algún movimiento obrero concreto.

Y justo la debilidad del texto recae en esta práctica, pues el texto se va encumbrando en sus propias contradicciones: por un lado hablar del gremio traidor, luego decir que el gremio es constructor y valiente; afirmar que es necesario recuperar las utopías, y al mismo tiempo plantear deontologías y principios monolíticos para la disciplina; o situar en el resumen a la militancia profesional como un mal, y después plantear que hay que transitar del ego a cumplir un papel histórico… a través de la militancia.

No estoy seguro si el autor busca plantear que los principios deontológicos son los que plantea la IFSW, pero me parece que Acevedo peca de lo que él mismo critica, pues termina aceptando acríticamente estos principios que se presentan como universales, pero que sólo reflejan una visión institucional con una historia particular que ha fijado eso como la visión hegemónica del Trabajo Social en diferentes espacios. Al mismo tiempo, esta aceptación acrítica de la definición de la IFSW tira el mismo argumento que el autor quiere hacer, pues nos invita a cuestionar a las grandes estructuras, mientras que sus principios deontológicos están basados en esas mismas estructuras que se pretenden universales.

Finalmente, creo que por el final del texto al Dr. Acevedo se le va un desliz freudiano que explica su propio texto cuando afirma:

Mientras que, si sólo se mantiene regurgitando los mismos conocimientos generados desde el escritorio, representará a un personaje que solamente
se alimenta de las imágenes y que, desde su escritorio y visión parcial, quiere emitir sus opiniones; desde las charlas de café, o foros privados, que nada aportan, quiere cambiar las cosas y lo único que incita es el culto al ego y a la persona.

Conclusión

El texto es de difícil lectura, con muchos argumentos contrapuestos que no terminan de aterrizar del todo. Se nos presentan muchos diagnósticos pero no propuestas concretas para avanzar hacia ese «replanteamiento» que se nos promete desde el principio pero que no termina de llegar. Muchas de las ideas propuestas se alinean con muchas discusiones previas que se han dado en la reconceptualización y en el Trabajo Social Contemporáneo, y pienso, su gran debilidad consiste en querer presentar el texto como novedoso al usar un lenguaje y una prosa enredada. El texto cumple con una de las cosas que promete: hacer del Trabajo Social sólo academia y sólo papel y nada más.