¿De qué cambio social hablamos en el Trabajo Social latinoamericano?

Los límites de lo que vemos

Una de las ventajas de hacer explícitas las posturas epistémicas en Trabajo Social es que ello nos permite hacer visibles los propios límites de nuestras miradas. Toda mirada debe tener sus propios límites; eso es parte de reconocernos humanas y saber que no podemos mirar todo al mismo tiempo pero también de nuestras capacidades políticas: decidir y priorizar que postura y miradas vamos a defender.

En el Trabajo Social en América Latina usualmente se distinguen tres miradas del Trabajo Social: tradicional, reconceptualizada y contemporánea. Cada una de estas miradas contiene sus propios límites, pero también su propio mundo de posibilidades. Dentro de ese mundo de posibilidades tenemos lo que es posible cambiar como trabajadoras sociales.

Desde lo tradicional nuestros límites suelen ser institucionales y nos limitamos a gestionar dichos recursos institucionales de la mejor forma, usualmente, en beneficio del individuo. Otra opción implica la refuncionalización del individuo, es decir, hagamos que esta persona se adapte a su entorno social, en lugar de modificar el entorno social. Tengo un ejemplo muy bueno que me tocó vivir con una colega.

Platicaba con una colega que me hablaba del «bullying» que sufría un estudiante de primaria por tener sobrepeso. Mi colega me comentó que su intervención consistía en apoyar al muchacho a bajar de peso para que ya no lo molestaran.

Este ejemplo es muy bueno porque la culpa de la violencia social reside en el joven con sobrepeso. ES TU CULPA TENER SOBREPESO, POR ESO TE MOLESTAN. BAJA DE PESO Y DEJARÁN DE MOLESTARTE. (Suspiro largo de frustración)

Tenemos en otro lugar al Trabajo Social Reconceptualizado. Mucho del cambio social que se vislumbra desde esta mirada es la transformación estructural del Estado. Entonces el gremio que sostiene esta perspectiva está muy interesado en influir en las políticas públicas para hacer al Estado menos malo. Esta es la versión digamos más tibia. Hay otras visiones mucho más radicales que buscan concientizar a los y las sujetas históricas para que, eventualmente, transformen radicalmente a la sociedad. A muchas personas ahora les da miedo hablar de socialismo, comunismo o revolución, pero creo que BAJITA LA MANO la cosa va por ahí, en su versión más radical.

Finalmente viene el TS Contemporáneo. Esta mirada se caracteriza por su nivel de pluralidad teórica. Lo que podríamos decir es que al centro está el sujeto y sus relaciones sociales, la construcción subjetiva y objetiva de esas relaciones y su posterior cambio. Otra característica importante es el uso de modelos o de metodologías mucho más complejas para lograr cambios sociales que se reflejen en las relaciones sociales, en el tejido social mismo, de ahí esta noción de la intervención EN LO SOCIAL, en contraposición a la intervención SOCIAL, así a secas.

¿Cambio social o cambio individual?

Cada mirada tiene sus limitaciones, sus alcances, sus posturas políticas.

Yo diría que de todas estas miradas la tradicional suele ser políticamente conservadora: sí, las instituciones están mal pero es lo mejor que tenemos, así que sigamos órdenes y esperemos que vengan tiempos mejores.

Las otras dos miradas se prestan mucho para posturas más radicales, pero la verdad, el trabajo social no suele caracterizarse por su radicalidad. A lo mucho, uno suele escuchar posturas centristas (dentro del espectro político) que se inclinan un poquitito, tititito hacia la izquierda.

De repente uno escucha posturas más radicales, pero como gremio, tenemos una pata de la cual cojeamos:

Mientras más radicales nuestras posturas teóricas, menos claros nuestros planteamientos metodológicos

En esta clase de cosas me gusta poner de ejemplo al Mtro Eli Evangelista con su propuesta del Nuevo Vivir. Una propuesta coyuntural, hasta cierto punto radical, de repensar nuestra forma de vida a partir de la pandemia COVID19 pero que no tiene un planteamiento metodológico ni sólido ni claro.

Aquí es donde podemos jugarle a vender humo como trabajadorxs sociales. Te ofrezco una posibilidad de un trabajo social radical que promete nos va a llevar a un cambio social radical, pero le doy vueltas a proponerte metodológicamente cómo se hace esto. ¿Y qué significa esto para una disciplina social cuya práctica metodológica lo es casi todo?

Siempre me he preguntado si esta perspectiva del cambio social es una especie de leyenda urbana entre el gremio o una palabra que sólo sirve para darnos identidad. Autoproclamarnos agentes de cambio suena bonito, pero…

En mi EXPERIENCIA las más de las veces como gremio logramos cambiar la vida individual de las personas, eso sí, para bien. Llega una persona a un hospital, clínica, centro de detención, la trabajadora social se mueve como puede y encuentra los recursos y los enlaces para que esa persona reciba los servicios que por ley requiere. Esto es definitivamente algo positivo, algo POSITIVO que el Trabajo Social como disciplina ofrece a individuos que viven en situación de precarización y que son socialmente vulneradxs. ¿Pero dónde está lo social de ese cambio? Personalmente yo lo que veo es un cambio individual, pero no social. De ser así, las trabajadoras sociales hubieran logrado cambios estructurales en beneficio de las mujeres, las personas indígenas, con discapacidad, etc.

Ese cambio social no ha llegado para estas poblaciones porque Trabajo Social no ha logrado cambios sociales, tan es así, que las trabajadoras sociales siguen atendiendo a las mismas poblaciones con los mismos problemas sociales desde hace décadas.

Y cuando esos cambios sociales han llegado a sido, usualmente, gracias a la movilización social de esas mismas poblaciones, pero en estos procesos Trabajo Social no juega un papel relevante porque las trabajadoras sociales seguimos en las instituciones y no en las calles.

¿Qué futuro hay para el Trabajo Social?

Preocupémonos un poco porque frente a nuestras sociedades hay una serie de problemáticas complejas: violencia social, fascismo, migraciones masivas, desarraigos, violencias hacia identidades no-normativas, adicción a las redes sociales; cuestiones que el Trabajo Social no suele abordar fuera de la academia porque no son temas prioritarios para las instituciones.

Necesitamos una perspectiva que nos devuelva a lo social.

Parece que nuestra profesión debería llamarse Gestión Social Institucional porque realmente nos inmiscuimos poco en LO SOCIAL y más en gestionar recursos y servicios dentro de los límites de las instituciones

No digo que esto sea totalmente negativo. La labor que realizan las trabajadoras sociales realmente impacta positivamente en la vida de las personas. Pero la dimensión SOCIAL se ha ido perdiendo, y con ello, la posibilidad que tenemos de proponer metodologías y modelos de intervención en lo social que respondan a estas otras problemáticas que efectivamente afectan LO SOCIAL y que escapan a la gestión de servicios públicos o la administración de políticas públicas.

No tengo una respuesta clara de cómo ir transitando a ello. Una opción ha sido que cada vez más trabajadoras sociales se insertan en el mundo de las ONG, en donde las restricciones institucionales suelen ser menores. Otra opción han sido las prácticas escolares que trabajan con poblaciones trans, indígenas, etc. fuera de marcos institucionales, y a veces, contra éstos mismos marcos. Desde lo educativo podemos plantar la semilla a las nuevas generaciones de TS de preocuparse y ocuparse de estas problemáticas sociales EN LO SOCIAL, en el tejido social mismo.

Eso no significa eliminar al TS que se dedica a la gestión dentro de las instituciones, significa ampliar los ámbitos de intervención en lo social para responder a la crisis sociales que estamos viviendo y que requiere nuestra atención profesional.